En tiempos de carrera recuerdo haber leído un fragmento de Kafka donde un personaje, dudoso de su existencia, percibía la realidad como un continuo desaparecer ante él, eso le provocaba un constante anhelo de ver las cosas tal como son antes de ser vistas, como si el mero hecho de ser testigo de ellas las corrompiese. Tras tantas ediciones de este reality su misma realidad adquiere también ese tinte difuso, como si cada elemento de ella se presentase vomitado, maleado e implosionado mucho antes de que cualquiera de nosotros, espectadores, les confiera sentido ¿cómo sería Gran Hermano, el real, tal como es antes de ser visto?, ¿quizá el olvido de sí mismo?
Bajando un poco de la abstracción filosófica, de la único que puedo tirar para escribir sobre un programa que he lanzado por la colina del tedio, tenemos una configuración descafeinada: como en la famosa edición de Pepe Herrero (la primera donde la bondad se esfumó del todo a la hora de colocar el maletín en pos de la complicidad con el espectador) tenemos a dos nominados constantes que van cargándose a una masa despersonalizada: ellos son una mayoría dictadora sin escrúpulos que debe desaparecer ante los parias/héroes de turno. Ya en las slasher movies de los 80 lo más divertido era ver cómo iban muriendo adolescentes despechugadas y en shorts hasta que quedase el más inesperado como superviviente. Al igual que en esas películas lo inesperado también es parte del guion y éste necesita que el espectador se infunde la sensación de improvisación para generar interés, interés que se basa en hacernos creer que jodemos los planes o esquemas del programa constantemente (idea media de un seguidor del programa cualquiera, 2018… y la organización riéndose, 20xx).
Con variantes el respetable ha ido estableciendo esta realidad alternativa, plagiada a sí misma a través de los años, en la cual aspiramos a ser guionistas que reescriban los acontecimientos, ver las caras de lo reventados, nominarles, ser una app del programa… cual rameras en tropel escogiendo al cliente se busca eliminar a las pandis de guardia actuando con la misma dinámica de absoluta incondicionalidad que paradójicamente caracteriza a éstas. ¿Acaso se nos olvida, nostálgicos de tweet, que en la misma esencia de Gran Hermano estaba también conspirar para nominar o jugar para no salir a la palestra? Será cierto que el mal se ceba en la desgracia y se detiene en los espejos puesto que odiamos lo que nos define, tú más y yo lo haré peor. No deja de ser coherente que el público sea la peor de las mugrepandis alimentándose del dolor masivo que puedan causar… un dolor entre comillas, habiendo en consideración que en este negocio el alma baila un pasodoble monetario.
Míriam, la favorita, es en esta dinámica un peón más, personaje surgido de las entrañas de los peores años de El diario de Patricia, ese donde cualquier amante peruana iba a confesar a plató su infidelidad con el jardinero ante la mirada de su marido… su análisis no da para más, una mezcla de Aída Nízar (edulcorada por dos copas de más, cambiando el castellano por el timbre de una urraca avispada) y su mismo ex Carlos Lozano (otro que tal bailó y al que ahora el tiempo puso en el sitio que ya predije en su día). En suma… una buscavidas de dudoso pasado, tanto en su país como en el nuestro, destinada a vivir de su miseria moral con contratos de breve duración.
No niego que ha sido eso que ahora llaman «buena concursante», ha explotado los directos, elegido sus momentos, tiene una espontaneidad en los asaltos que sobresale, sabe ser puta y santa, cínica en su rapidez, medida en sus límites… pero todo se desvanece en la resaca, y las resacas a partir de los treinta y pico empiezan a durar más de un día y hacerte pensar cuánto merece la pena la siguiente ronda. Míriam se repite, se consuma y se pudre en una altivez sobreactuada y facilona aupada por el Koala, otro infeliz que con tres directrices básicas y la guía de abucheos que generosamente se les brinda, ha sabido leer la susodicha estrategia del balancín (2 contra resto, el “todos son falsos”, la yenca, delante, detrás, 1,2,3…), diría que es un aspirante a estratega como Pepe pero con las neuronas de aquel Dayron (perdón para quien no recuerde o viese esa edición). Dos tontos muy listos aprovechándose de una audiencia que exige poco y se pregunta menos sobre la psicología de los personajes, al fin y al cabo, quienes compran a Míriam y Koala lo hacen por esa farsa de victimismo o porque simplemente «les divierten» más, ¿ellos les divierten o la gracia es el eterno bucle que expuse antes?
Ya conozco esas voces, necesitando disfrazar de objetividad altas dosis de fanatismo, que dicen que todo es generado por reacción, que a ellos sí se les insulta más, que Mónica es una psicópata, que hay mil conspiraciones, que lloran mejor hasta enlutarse de rimmel… ¿y qué?, como si para hacer esta crítica tuviese que tener alternativa, creí en Aramís y en Garó, porque creo en la decadencia, en el superlativo de locura, en las máscaras y su misterio, también creo que la simplicidad de Suso anula mi capacidad de odiarle, que Luna y su histrionismo me producen ternura… que, en general, todos han sido concursantes poco pretenciosos que fueron a verlas venir más que a concursar, ¿qué no merecen el premio más que el dúo por esto?, no me interesa ni me preocupa esa cuestión.
Si merecerse el premio es ser un currito que favorezca las intenciones de la organización Míriam efectivamente debe ganar, nada conviene más al formato que entrar en esta polarización de todos contra uno y si hay que azuzar al público haciendo creer con vídeos, salvaciones con pinzas y colaboradores críticos que el grupo pequeño, el bueno, no lo es tanto se hace para que los fans quieran a los reventados fuera con más ahínco. No olvidemos que la anterior edición tuvo bastante menos audiencia porque reinó en buena medida el buen rollo o la calma ante el conflicto, ¿casualidad que se sacasen de la chistera a Aída a la desesperada?, parece que la auténtica conspiración importa poco y nos aliamos con estas artimañas. No hacemos el guion, nos lo tragamos doblado, ésa es la verdad y la victoria de Míriam será la de ese guion, un triunfo para se perpetúen cuatro directrices comerciales que funcionan mejor. El eco de las fiestas lejanas retumba en la memoria una vez más… y una vez más veré quejas sobre manipulación, tongo, sobre que GH no es lo que era, lamentos resumidos en un GANAR MIRIAM.
El personaje kafkiano también decía que las cosas deberían ser “hermosas y tranquilas” porque en su niñez su madre desde una ventana le preguntó a una mujer que qué hacía con tanto calor en un jardín, a lo que ella respondió con total naturalidad “gozo entre las plantas”. Quizá es la conclusión más acertada, acostumbrarse a la tranquilidad que da saber que nunca más me enamoraré de concursantes, que todo se resume en un videoclip perpetuo de 3 horas, que los criterios de votación son mareas predecibles… aun así gozo entre la mugre y como decía Jorge Guillén “… y a través de estupendos equilibrios me supera, me asombra, se me impone”. Disfruten lo votado… porque aunque por algún extraño azar o carambola Míriam no ganase no cambiaría nada de lo escrito. Sólo necesito un café y un pañuelo.