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Apocatástasis

En tiempos de carrera recuerdo haber leído un fragmento de Kafka donde un personaje, dudoso de su existencia, percibía la realidad como un continuo desaparecer ante él, eso le provocaba un constante anhelo de ver las cosas tal como son antes de ser vistas, como si el mero hecho de ser testigo de ellas las corrompiese. Tras tantas ediciones de este reality su misma realidad adquiere también ese tinte difuso, como si cada elemento de ella se presentase vomitado, maleado e implosionado mucho antes de que cualquiera de nosotros, espectadores, les confiera sentido ¿cómo sería Gran Hermano, el real, tal como es antes de ser visto?, ¿quizá el olvido de sí mismo?

Bajando un poco de la abstracción filosófica, de la único que puedo tirar para escribir sobre un programa que he lanzado por la colina del tedio, tenemos una configuración descafeinada: como en la famosa edición de Pepe Herrero (la primera donde la bondad se esfumó del todo a la hora de colocar el maletín en pos de la complicidad con el espectador) tenemos a dos nominados constantes que van cargándose a una masa despersonalizada: ellos son una mayoría dictadora sin escrúpulos que debe desaparecer ante los parias/héroes de turno. Ya en las slasher movies de los 80 lo más divertido era ver cómo iban muriendo adolescentes despechugadas y en shorts hasta que quedase el más inesperado como superviviente. Al igual que en esas películas lo inesperado también es parte del guion y éste necesita que el espectador se infunde la sensación de improvisación para generar interés, interés que se basa en hacernos creer que jodemos los planes o esquemas del programa constantemente (idea media de un seguidor del programa cualquiera, 2018… y la organización riéndose, 20xx).

Con variantes el respetable ha ido estableciendo esta realidad alternativa, plagiada a sí misma a través de los años, en la cual aspiramos a ser guionistas que reescriban los acontecimientos, ver las caras de lo reventados, nominarles, ser una app del programa… cual rameras en tropel escogiendo al cliente se busca eliminar a las pandis de guardia actuando con la misma dinámica de absoluta incondicionalidad que paradójicamente caracteriza a éstas. ¿Acaso se nos olvida, nostálgicos de tweet, que en la misma esencia de Gran Hermano estaba también conspirar para nominar o jugar para no salir a la palestra? Será cierto que el mal se ceba en la desgracia y se detiene en los espejos puesto que odiamos lo que nos define, tú más y yo lo haré peor. No deja de ser coherente que el público sea la peor de las mugrepandis alimentándose del dolor masivo que puedan causar… un dolor entre comillas, habiendo en consideración que en este negocio el alma baila un pasodoble monetario.

Míriam, la favorita, es en esta dinámica un peón más, personaje surgido de las entrañas de los peores años de El diario de Patricia, ese donde cualquier amante peruana iba a confesar a plató su infidelidad con el jardinero ante la mirada de su marido… su análisis no da para más, una mezcla de Aída Nízar (edulcorada por dos copas de más, cambiando el castellano por el timbre de una urraca avispada) y su mismo ex Carlos Lozano (otro que tal bailó y al que ahora el tiempo puso en el sitio que ya predije en su día). En suma… una buscavidas de dudoso pasado, tanto en su país como en el nuestro, destinada a vivir de su miseria moral con contratos de breve duración.

No niego que ha sido eso que ahora llaman «buena concursante», ha explotado los directos, elegido sus momentos, tiene una espontaneidad en los asaltos que sobresale, sabe ser puta y santa, cínica en su rapidez, medida en sus límites… pero todo se desvanece en la resaca, y las resacas a partir de los treinta y pico empiezan a durar más de un día y hacerte pensar cuánto merece la pena la siguiente ronda. Míriam se repite, se consuma y se pudre en una altivez sobreactuada y facilona aupada por el Koala, otro infeliz que con tres directrices básicas y la guía de abucheos que generosamente se les brinda, ha sabido leer la susodicha estrategia del balancín (2 contra resto, el “todos son falsos”, la yenca, delante, detrás, 1,2,3…), diría que es un aspirante a estratega como Pepe pero con las neuronas de aquel Dayron (perdón para quien no recuerde o viese esa edición). Dos tontos muy listos aprovechándose de una audiencia que exige poco y se pregunta menos sobre la psicología de los personajes, al fin y al cabo, quienes compran a Míriam y Koala lo hacen por esa farsa de victimismo o porque simplemente «les divierten» más, ¿ellos les divierten o la gracia es el eterno bucle que expuse antes?

Ya conozco esas voces, necesitando disfrazar de objetividad altas dosis de fanatismo, que dicen que todo es generado por reacción, que a ellos sí se les insulta más, que Mónica es una psicópata, que hay mil conspiraciones, que lloran mejor hasta enlutarse de rimmel… ¿y qué?, como si para hacer esta crítica tuviese que tener alternativa, creí en Aramís y en Garó, porque creo en la decadencia, en el superlativo de locura, en las máscaras y su misterio, también creo que la simplicidad de Suso anula mi capacidad de odiarle, que Luna y su histrionismo me producen ternura… que, en general, todos han sido concursantes poco pretenciosos que fueron a verlas venir más que a concursar, ¿qué no merecen el premio más que el dúo por esto?, no me interesa ni me preocupa esa cuestión.

Si merecerse el premio es ser un currito que favorezca las intenciones de la organización Míriam efectivamente debe ganar, nada conviene más al formato que entrar en esta polarización de todos contra uno y si hay que azuzar al público haciendo creer con vídeos, salvaciones con pinzas y colaboradores críticos que el grupo pequeño, el bueno, no lo es tanto se hace para que los fans quieran a los reventados fuera con más ahínco. No olvidemos que la anterior edición tuvo bastante menos audiencia porque reinó en buena medida el buen rollo o la calma ante el conflicto, ¿casualidad que se sacasen de la chistera a Aída a la desesperada?, parece que la auténtica conspiración importa poco y nos aliamos con estas artimañas. No hacemos el guion, nos lo tragamos doblado, ésa es la verdad y la victoria de Míriam será la de ese guion, un triunfo para se perpetúen cuatro directrices comerciales que funcionan mejor. El eco de las fiestas lejanas retumba en la memoria una vez más… y una vez más veré quejas sobre manipulación, tongo, sobre que GH no es lo que era, lamentos resumidos en un GANAR MIRIAM.

El personaje kafkiano también decía que las cosas deberían ser “hermosas y tranquilas” porque en su niñez su madre desde una ventana le preguntó a una mujer que qué hacía con tanto calor en un jardín, a lo que ella respondió con total naturalidad “gozo entre las plantas”. Quizá es la conclusión más acertada, acostumbrarse a la tranquilidad que da saber que nunca más me enamoraré de concursantes, que todo se resume en un videoclip perpetuo de 3 horas, que los criterios de votación son mareas predecibles… aun así gozo entre la mugre y como decía Jorge Guillén “… y a través de estupendos equilibrios me supera, me asombra, se me impone”. Disfruten lo votado… porque aunque por algún extraño azar o carambola Míriam no ganase no cambiaría nada de lo escrito. Sólo necesito un café y un pañuelo.

 

 

 

 

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Miura Lamborghini, fuera del ruedo

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En una mano el lambrusco de Emilia-Romagna, en la otra la mortadella.

Siempre he luchado contra la nostalgia en este formato, ese ahínco frustrante de muchos seguidores que pretendidamente surcan por la pureza hasta la quimera de encontrar ‘autenticidad’, quizá es por esa frustración que ha habido una bifurcación perversa entre dos polos que se odian entre sí, las llamadas carpeteras y ‘los otros’ (aún sigo sin darles un adjetivo que no suene insultante), por esos otros entiendo el tipo de seguidor que quiere de ganadores a gente como Carlos Lozano, Bárbara, Alejandro Abad o Aída; mientras que las primeras son odiadas por su fanatismo, los otros son el vector kool; las primeras, se supone, dilapidan el programa mientras que los otros aman de verdad el formato. Unas van contra el show, los otros favorecen el show. La parte de ‘reality’ no sabemos bien dónde queda… en el limbo de la justa hipocresía: al final todos son parte de un mismo hooliganismo ciego o, en el mejor de los casos, de su subjetivismo atrofiado por diversos parámetros.

Pero bueno esto era un pseudo-encargo para hablar de Elettra, mi clara favorita, si expuse esa mini-reflexión era para contrastar que la italiana representa una mezcla perfecta de concursante moderna, ha jugado en los dos bandos, el de las carpeteras y el de concursantes-circo, que han sabido dar show, broncas, radicalidad y demás tópicos que suelen resumirse en ‘dar juego’ y te alejan del sambenito de mueble. Pero este zigzag que aparentemente la podría situar como clara favorita es el que la ha hecho caer a última hora de las quinielas. Esto es así por su autenticidad u honestidad, Elettra le ha dado patadas al maletín tanto por el bando de las carpeteras como por el del papel de show-woman que destaca sobre la borregada (por esa congénita tendencia a odiar a los grupos grandes en la casa, me refiero). La autenticidad casi siempre lleva al suicidio, siempre te arrastra a alguna parte fuera de la zona de confort, ella se ha dejado arrastrar por ella misma y de ahí mi debilidad para con ella.

En la recta final del concurso ha pasado del eterno culo en pompas de Daniela, dejando claro, aun conociendo que fuera era comercial su historia proto-lésbica, que no había nada que hacer y era un fake unilateral, en blogs, en confes y en primetime ha defendido que la Blume la usó con fines publicitarios. Los detractores de mi bolognesa suelen argumentar que ella se dejó hacer habiendo reciprocidad, algo de eso habría pero se nos olvida que 1. Blume tiene novio, 2. Blume oculta novio, 3. Blume intercambia o se olvida de novios, 4. Blume siempre dejó claro que sí le gustaba Elettra e hizo confes del tipo ‘no sé qué hacer para que me bese’ y demás catetadas que no se creía ni ella, por el contrario la Miura casi siempre negó la mayor y expresó que sin conquista no habría cama, en suma, una ha sido libre e hizo lo que le dio la gana sin montar un teatro irreal (Elettra) y la otra vio un filón que no supo explotar (Ojos de sapo Blume), filón aderezado de un afán de hacer vídeos así como tirar pienso al espíritu progre que dice poseer y que para mí sólo la sitúa como una suerte de hortera adimensional. Otro punto que considero falaz es eso de que no importa que tenga pareja porque es una neohippy (salida de alguna sala de striptease más que de las antiguas comunas, claro), ella es de amor de barra libre y los puritanos no estamos a su nivel evolutivo para comprenderlo… muy bien, aceptemos que es una fumadora de opio de toda la vida (véase), eso no te da derecho a engañar a los demás, si Elettra es una vulgar monógama no tiene por qué comulgar con la filosofía de la Blume o no conocerla previamente antes de dar el siguiente paso amatorio. Es de cajón.

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Ser vivo, ser sexy, ser porno, ser progre, ser de plástico, ser Blume

Tengo verificado que la mayoría de gente que prefiere a Daniela pensaba como yo hasta no hace mucho, pero la historia se repite… el fenómeno de la cola del after siempre reaparece, eso les basta a muchos para ir con ella tras la salida de Aída o Abad. Es así que Elettra dio otra patada a toda esa plebe que sólo sabe posicionarse según lo que considera ir con lo minoritario porque sí, ¿por qué Aída ha tenido respaldo desde algunos sectores si no? Tan simple como que era una oveja negra, como puede serlo, descafeinadamente, ahora su ‘amiga’ Daniela. Miura Lamborguini no ha necesitado ninguna cola de after para que nadie empatice con ella, ni ha tenido que acostarse con nadie, ha hecho lo que su potorro con pedrería le dictó a cada momento: jovial, radical, desbocada, cabezota, caprichosa, políticamente incorrecta cuando le sale de adentro NO conforme a guiones de sainete barato, como esa que se caga y no tira de la cisterna o el eternamente reventado de Abazz. Es así de simple resumir por qué me ha enamorado un poquito por encima de los demás (aunque salvo Daniela me gustan todas las supervivientes finalistas).

Me río de las moralinas que se pueden leer por ahí sobre su maldad, es la misma gente que tiende a poner en altares a Aída o Alejandro, es de suponer que esto va por puro genotipo, ni yo voy a entenderme con quienes apoyan sólo el show y hablan de ‘personajes’ y no de personas ni viceversa. Ante todo no es un asunto moral, si fuese una ursulina este escrito iría sobre Emma o incluso sobre Aly, que pese a sus campañas puntuales buscando su descrédito ha conseguido tener un aura más limpia que el de Elettra, e incluso que las dos señoras. Aceptar los errores que emanan de la naturalidad y la personalidad de alguien que lo da todo de sí sin mirar al acantilado de lo que se pensará fuera no es apoyar el macarrismo, es buscar realismo, cinéma verité, que es lo único con lo que puedo empatizar. Jamás podré simpatizar con gente fría, maquiavélica, llena de oscuros y sobre todo que basa su paso por la casa subiendo por la escaleta que se marcaron desde fuera. Los defectos de Elettra son envidiados por las virtudes de gentuza como Aída, paramentos mal pintados anhelantes de un plano cutre y desfasado, predecibles, desagradables, podridos. Buscar realismo incluye buscar contradicción y contradicción no equivale a falsedad. Elettra es real, Aída y demás antecesores recientes, guion (autónomo o no), si alguien tiene memoria de elefante que recuerde cómo en GH 1 la Milá justificaba que no eran actores ni tenían guion (la prensa lo cuestionaba en un principio). Pues clara el agua sale de la fuente, Gran Hermano no nació con el fin de incentivar papelones como el de la Nízar, es respetable asumir una evolución o buscar ese cambio radical del formato, como es respetable que para mí ya no sería GH. Sin más.

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«Hoy me siento tan joven y absurda…»

Si se consuma el suicidio, tendremos el panorama de que gane o Daniela o Aly, que han tenido sus dos entradas/alegatos aquí esta semana, espero que sea la segunda la que se lleve el premio en dicho caso, aunque Alyson es también de mi rollo quizá eché en falta que dejase del todo sus complejos, creo que esconde tras esa fachada ruda y un humor discutible una sarta de inseguridades, inseguridad que siempre se destapó en momentos cruciales, reculando, huyendo, criticando… para evitar por ejemplo afrontar su mala relación con Daniela, llena de podredumbre desde el inicio o su papel en el fuckin’ fake trío, así como estar desubicada en general en muchas partes de su estancia y no posicionarse claramente. Aun así es otra digna ganadora, además es de esas personas cuyos ‘errores’ la embellecen o la humanizan.

No puedo acabar sin rendir mi homenaje a esas que nunca lo tendrán, las otras dos finalistas, esas ‘viejas del visillo’ que todo el mundo quiere ver fuera desde tiempos inmemoriales sólo porque tienen un perfil maduro y poco telegénico, o por asociarlas, a veces de manera bastante machista, a un arquetipo de señoras falsas y que critican todo simplemente porque han tenido un rol más pasivo cara a la galería. Sobre todo me refiero a Irma, la concursante más infravalorada probablemente de este año, pero obviamente los seguidores del tipo 2 (los defensores de Aída etc…) por definición no pueden apreciar nunca el humor absurdo de estas dos divas, su encanto nunca puede traspasar la pantalla por medio del efectismo, el videoclip… es otro rollo… y otra historia que daría más párrafos que no tienen espacio ahora. Porque mire usted ya estoy harto de perfiles folloneros y porque un año nos hayan metido a estas señoras que representan todo lo contrario a lo que el show y sus dogmas quieren imponer, tampoco pasa nada. Vivan las señoras, Irma y Emma Forever.

«Cuando estás en Suecia y ves una y otra y otra persona hasta que finalmente ya ni te giras para mirar porque sabes que la próxima que encuentres será tan hermosa como aquella por la que no te molestaste en girarte para mirar, cuando estás en un lugar así puedes llegar a aburrirte tanto que cuando ves a una persona que no es hermosa, te parece muy hermosa porque rompe con la hermosa monotonía«, Warhol habló. Pues este aforismo resume perfectamente por qué paso de merdellonas como la Nízar y paso de tanto supuesto ‘show’ y gente que ‘da juego’ a base de guiones externos que algunos nos quieren meter por el hocico sí o sí. A más ver, suerte a las finalistas y a los espectadores por aguantar este teatro tanto tiempo. Y un brindis por mis propias contradicciones, y las de todos.

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Cuando Ionescu, Almodóvar, Castilla-La Vieja, la posguerra y el travestismo se dan la mano
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Thanatomorphosis

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Buenos tiempos para la química, entre la naturaleza y yo, entre yo y los extraños, entre yo y la ginebra…

Hace unas semanas vi una película llamada Thanatomorphose (véase), cuyo argumento se centra literalmente en ver cómo una chica se va pudriendo en su domicilio sin causa aparente ni hilo argumental concreto; no la recomiendo además de por ser muy hardcore (si es que quedan estómagos sensibles aún) porque su idea filosófica subyacente es algo abstracta y redundante. Pero sirve de metáfora perfecta para dibujar el entorno pútrido en que ha acabado convirtiéndose esta última edición de GH. Como lo mío nunca fue centrarme en coyunturas, conspiranoias, telegenias ni orquestaciones de feria sobre lo que hay detrás, daré algunos puntos subjetivos (nada nuevo, esta entrada es post-mortem en contenido y forma) sobre lo que considero un proceso de degeneración conjunta, de espectadores y formato todo al unísono, como Wagner, aunque con final feliz.

Existe ese nuevo personaje, aburrido de necesidad, vulgar hasta el espinazo, que se convierte en crítico de todo sin motivos aparentes: odiar lo que hay, odiar lo que no hay, odiar al que no duda de lo que hay, odiar al que odia lo que hay porque ha descubierto que lo que no hay sí es lo que hay… Tal fenómeno viene dado por el estercolero en que se ha convertido hoy día lo que se hace llamar opinión, que pocas veces se sustenta en razones o lógicas, en hechos o un determinado mundo interior o ideología: las opiniones son a priori y de facto una duda crítica, insana, enfermiza, triste, un eterno zoom psicodélico donde al final nunca hay conclusión, sólo bilis, sólo domingos sin paracetamol. Cualquiera que acepte esto que digo dirá que peco de lo mismo. Peco de lo mismo pero peno por lo distinto. Digamos que este personaje genérico es el primer paso de la tanatomorfosis si lo aplicamos al programa, abundando esta actitud sólo puede derivarse un fanatismo desapasionado y si ya de por sí el fanatismo es indeseable… un fanatismo sin pasión es el primer paso para que a este maniquí que ando dibujando y despedazando se le empiece a caer el pelo. (Véase apéndice 1).

Tras la caída del cabello deviene la putrefacción de la epidermis; gracias a este fanatismo sin alma sólo quedan dos factores básicos a los que asirse si eres perro viejo (la franja adolescente o post-adolescente es un misterio difícil de analizar, aunque lo intentemos frivolizar con tópicos): esos factores son tomarse como un show irreal el concurso y por ende anular que los concursantes sean personas de verdad, con ello se puede descartar cualquier legalidad de parte de esas élites en sus inescrutables tejemanejes (lo de siempre: tongos, guiones, sorpassi,…), pero lo que es fundamental aquí es cómo este descreimiento se ha transmutado en inercia, ya es muy común juguetear a adivinar esos guiones o amaños sin que importen aquellos ecos sobre un GH puro (que nunca puede existir y de lo que nadie puede quejarse dado que esto es una empresa privada con ánimo de lucro y personas que firman cláusulas, no un experimento antropológico). Vamos que la pedantería generalizada que dije antes da la mano con gusto a este ecosistema donde no es relevante la creencia sobre lo visible sino especular sobre lo invisible.

La epidermis se cae y empieza el desmembramiento, ¿cómo te posicionas con alguien o sobre algo con toda esta mansalva aquiescente en la que somos parte y todo? Dejándose caer, mirándose en el espejo como en una noche sin luna, o sea, que en realidad ya no nos gustan los concursantes por norma, nos gusta justificarles bajo un contexto (como ya dije, de por sí falseado y deshumanizado) que nos inventamos según pretextos cerrados: ya sea el divertimento en redes, la inocencia de buscar en nuestras experiencias personales un rescoldo por el que ser indolentes para con ellos… pero lo que es peor, el inventar pretextos reales y graves para meterse en las barricadas por divertimento, es así cuando nacen, también desde esa inercia lúgubre, ideas como que hay personas violentas en la casa, que hay víctimas, que hay bullying, acoso, maltrato… lo que se conforma como una excusa perfecta e incontestable para adoptar una moralina de suyo bajuna y añeja con la que pegar tiros a los enemigos o discutir en x foros y demás fórmulas de diarrea verbal anónima. Los órganos vitales desfallecen y se resquebrajan cuando esta mescolanza repulsiva de conceptos se usa para apoyar a alguien o intentar hacerlo merecedor de un premio, a sabiendas que en un entorno como el que viven ahí dentro estos problemas tan graves nunca pueden medrar ni tener una consistencia real. Otra cosa es que los propios protagonistas vean desde fuera las posibilidades de autoconcebirse en esos roles para auparse como favoritos. Si hacemos reflexión, muchos ganadores tienen en común un momentum, un espasmo virtual, que les hace pasar de estadio (Paula y su noche de despecho, Laura y su Samu esto es lo que hay, Iván y su lucha contra reventados, Pepe H. y su invento del estratega cómplice…), simplemente ahora ese horizonte no es espontáneo o circunstancial, sólo duplicado y amarillento, no sucede en la casa, ha ocurrido ya en las redes y en la mente caótica de los aspirantes previa entrada, GH 18 será pasado ya en cuanto comience, si comienza.

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…»siempre pensé que mis ojeras eran interesantes, que aunque fueran hereditarias se correspondían de alguna manera con una especie de vida retorcida y desafortunada…», extracto de mis diarios.

Finalmente sólo subsisten los huesos en el proceso de descomposición. Sólo queda alguien como Adara, ese esqueleto al que tantos han apoyado (a ella y a la del luto con lentillas), yo mismo me sentía inerte mirando sus muecas desencajadas, sin importar verdaderamente que ganase o no, sin preocuparme en demasía por qué mueve a mucha gente que alguien así pudiera haber vencido: es como cuando enfermo te vas a la cama y al rozarte con las sábanas sientes un asco universal por la carne. Ver a Adara en pantalla era como tener fogonazos mentales y que palabras como revenimiento, carne de segunda u homicidio voluntario volasen por mi cabeza. ¿Sabéis cuando alguien os sonríe y todo es falso de pronto?, ¿cuando veis una mirada siniestra en los ojos de un amigo del pasado, en una foto vieja?, ¿cuando sólo existe el plástico barato, las luces de una discoteca olvidada o los gritos prostituidos de algún programa perdido de telebasura? Pues eso es lo que sentía al ver este esqueleto pudiendo alzarse con la victoria. Sin más, sin analizar sus actos, sus mentiras circulares, su agria mirada llena de complejos, su demencial bipolaridad escénica, su manipulación victimista, su infame machismo revertido en unos celos naturalizados por una pasión probablemente inexistente. Sin más… no quiero más que olvidarla. Creo que de no haber salido expulsada no habría habido cambio perceptible en ella, todo a su alrededor cobra un aire de hastío predeterminado irrespirable. Muchos se perpetúan en la tesis de que la final de GH debe cobijar sólo a protagonistas, es una vuelta de tuerca más para ocultar que importa más el efectismo que los hechos o la trayectoria: comparto que un ganador del concurso debe haber sido un protagonista, pero también que no valga todo para llegar a ese estatus o que dar juego sea proporcional al número de broncas, a mover la casa sí o sí (herencia del señor Carlos Lozano), a esperar al piloto rojo para montar el circo de turno y que todas las cámaras te pillen el lado bueno. Pues prefiero una aburrida final de muebles si ésta es la nueva mecánica a seguir: ante la duda la más tetuda y mejor un ganador@ pelmazo, honesto o coherente que un personaje que hace de su guión un sayo todo el tiempo. Porque este tipo de concursantes además, al menos a mí, me acaban aburriendo también.

FIN

Volviendo a la actualidad y al panorama final que queda en la casa: me gustan Miguel y Bea (tras irse Clara, que fue mi favorita por una empatía que requeriría diván para ser expresada aquí y no es plan, y no, no es porque fuese shemale), dentro del teatro del primero y la verdulería de la segunda me han transmitido un mínimo de sensatez o alegría, de espontaneidad, gente que hace de sus problemas, circunstancias o complejos un show expresable de manera amable y no como excusa para satanizar al mundo. Cabe pensar que tras la expulsión de Adara Rodrigo estará condenado (justamente) así como Alain; al parecer ser jovencita y enamorarse vuelven a dar justificación a un catálogo de tópicos y sandeces sexistas, hablo del caso Meritxell: meto la mano a un borrachuzo bajo las sábanas, me indigno porque eso abre no sé qué puertas preinstauradas de compromiso (¿imaginariamente?, ¿socialmente?), voy a cotillearlo a los 5 minutos a otra concursante y me paso lo que queda del día y concurso arguyendo, con toda la sutileza que una mente limitada como la de esta chica pueda dar de sí, que me han usado. Toma mi vagina… no la quiero, tuya es. Apechuga.

Como siempre yo nunca veo machismo en lo explícito, sino en el detalle, y que a día de hoy una mujer piense que el sexo supone una especie de sacrificio ritual por el que el hombre ha de rendir cuentas, del modo que sea, es un insulto a su propia dignidad, aunque también es de recibo decir que Alain no supo parar más en seco, no por el acto del edredón (que ni siquiera sabemos si hubo un roce de teta, de glande o si ella alcanzó a lamerle el pezón al buenorro de la edición) sino toda la historia chapucera que ha montado para auparse como protagonista de última hora. En resumen… lo de siempre. No olvidemos que pocas cosas hay más machistas que victimizar a una mujer poniéndola en un altar (machismo romántico: dícese de ese machismo que pone a la mujer como diosas a cambio de que no hagan ni participen en NADA terrenal) donde sus pasiones, bajas o altas, tienen un peaje doble: ni son el sexo bello, ni tienen un pelaje más suave, ni su abrirse de piernas es una entrega a la diosa Hera, ni sus pasiones tienen por qué venir de un origen intrínseco distinto del varón. Resumiendo, creo que es la que menos merece el maletín, primero por toda esta estratagema torticera que acabo de decir, segundo porque sólo tiene votos indignados al rebufo de la expulsión de su amiga de última hora.

Y acabo… estas parrafadas fueron escritas antes de la expulsión de Adara, en realidad sólo he cambiado unas pocas frases, al leerme he descubierto que lo de menos era ella o su permanencia, muy significativo de lo que ha sido su concurso para mí: 4 frases, que resumí en este vídeo, aunque ya lo puse por todas partes… gracias a ella tuve este orgasmo artístico, es de recibo reiterarme y agradecérselo:

Ya dije que GH18 está muerto de antemano, me retrotrae a otra escena de cine, una de Fassbinder (nacido el mismo día que yo, barroco, suicida, bisexual y adicto al vacío… también como yo, más o menos), en la que un personaje sueña que pasea por un cementerio y se da cuenta de que todas las tumbas se caracterizan por que todos los fenecidos vivieron pocos años, incluso sólo unos días, el personaje se encuentra con el jardinero que cuida del cementerio y le pregunta cómo es posible que él sea tan viejo en un lugar donde todo el mundo muere tan joven. El jardinero se ríe y contesta “usted no lo entiende, esas fechas inscritas en las lápidas no representan cuándo nacieron o murieron, representan el tiempo que tuvieron algo auténtico en sus vidas”. Pues eso.

Apéndices y agradecimientos:

-apéndice 1: este párrafo lo expresa o completa perfectamente aquí un señor@ al que no tengo el gusto de conocer (lucctas), sobre el tema de los catedráticos de GH y la tortura patética del concepto de reventado año tras año, que ya da hasta ascopena que se use sea del bando que sea, así como lo que aporta sobre los conspiranoicos, y lo siento por cómo suena… pero de 10 personas que tienden a la conspiración por norma sólo 1 me parece interesante o inteligente en sus propuestas, porque cuestionar, desconfiar o destruir lo sabemos hacer bien todos, abrir nuevas vías tras esa demolición, que es lo productivo, muy pocos.

-apéndice 2: mucho nivel en los comentarios, Trugni (ahora ya del contraclub de autores), GHTime, mi Tita… (y Joan… pero a éste sólo porque me ha peloteado), y más gente menos asidua o nueva (perdón por no hacer listado), aunque suene a una mezcla de protocolo y falsa modestia lo cierto es que no hay más nivel arriba que abajo. Putos de vista maravillosos todos (Maroto, no es una falta de ortografía, es sinestesia libre).

-gracias a las noches de chat que han servido para intercambiar opiniones, patologías, fotos sin cabeza… y demás menesteres que sólo el hacerlo a pelo (el diálogo directo me refiero) hace surtir debidamente, algunas cosas de mis entradas me vinieron a la cabeza gracias a esas charlas. Nanita/Tita, recordad siempre que puedo destruiros la vida con el material enviado.

-ah… y gracias a Maroto claro [esto por puro protocolo, que sé que me habrías echado insecticida en más de alguna ocasión, ten en cuenta que no controlo porque yo nací malo… o de culo, si lo quieres más castizo (véase)]

Nos veremos en el Vip, supongo. Tontos por dependientes, ebrios y pastilleros. Tontos de toda la vida.
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Adara… submarino de secano

‘Siete dolores de Nuestra Señora’ (calle y Hermandad de Sevilla)

Sin un ojo y a través de mi hígado usado me he autoexigido una segunda parte que ahonde en mi decadente concepción del concurso, mi impulso particular es rápido y simple: diseccionar a Adara y repartir sus fiambres por El charco de la pava (véase), una de las supuestas favoritas de la edición (aunque entre conspiraciones y mi carencia de redes sociales nunca controlo esos niveles de ‘popularidad’); pensaba en primera instancia hablar de ella en su pack con Bárbara, ese estirado trozo de carne botoxigenada (Doña Paca, como la ha bautizado Joancabieber, véase) que ha acaparado la atención de las nuevas generaciones de GH, amor entre gaviotas. Que no las meta en el mismo saco es por un motivo simple: Bárbara no tiene nada dentro, como ya dije en el otro texto o en los comentarios, su esencia se expone en las mutantes lentillas pre-gala con que seduce y mueve los hilos de la cruz de cámaras que ella considera fundamental para ganar esto. Warhol decía que sólo le interesaba la gente que hace cosas y no la belleza, pues las bellezas sólo son algo, en su quietud, algo que no sabremos nunca lo que es o siquiera si realmente existen. No sé qué es Bárbara o si es algo, para mí ahora mismo es como una fotografía helada sobreimpresionada en un guión iterativo, tedioso y  descaradamente efectista. Y como de lo que no es no se puede hablar (véase), me centro en Adara que sí es algo: un despojo podrido de dudas, complejos, repeticiones, histerismo que conviene retratar.

Como rápidamente de este párrafo parece que fuere a adentrarme en cuestiones morales hay que precisar primero que ya expliqué la evolución (o degeneración) con la que siento ya el formato; la mayoría de personas que apoyan a concursantes como esta chica tienden a establecer una dicotomía entre realidad real y realidad manipulada, personas contra personajes, etc… como dicha dicotomía es de una complejidad asfixiante y laberíntica al final la deriva natural es no pensar demasiado, posicionarse por flashes y clichés debidamente predeterminados y acabar en el fanatismo. Una regla de tres del montón (aclaro, lícita). Este proceso circense requiere de etiquetas, hay que sentirse adarista o clarista, indagar y descontextualizar cualquier acción o frase de tus ‘odiados’, llamar reventado a la primera de cambio al interlocutor con una triste intención, infantiloide, de no tolerar que puedas ver el concurso con una trascendencia suficiente como para interceptar claroscuros en todos o incluso que no te importe ya ningún posicionamiento estricto como soporte para engullirte las galas o directos. Nuevamente hay que ser algo, a la fuerza, aunque no sepas por qué. Bellas hasta el final… adaristas hasta el final. E-T-C.

Hay dos puntos, dado que no puedo alargarme, que centran mi clara aversión a Adara, el primero de ellos es la falacia del grupo dominante sobre el grupo pequeño, mentira que lleva habitualmente a ese proceso de fanatismo sin vaselina. Tal y como expliqué antes, el arquetipo es indispensable y con él la sombra del enclaustramiento de ideas: Adara y Bárbara (añadamos para más inri a Pol, ese apéndice empalmado y abyecto que no merece análisis pero anda al rebufo del éxito de ambas) son las representantes del estereotipo de supervivientes en un entorno hostil, a nadie le importa o se cuestiona si esa hostilidad la han propiciado ellas, si critican lo que también ellas han hecho y, lo que es peor, a nadie le importa algo tan palmario como que debiera considerarse cada concursante en cuanto tal y no sólo por un rol accidental (y completamente manipulable, fluctuante). El dúo de amigas son la X y ‘los otros’ son la Y, y la Z del final de coordenadas es el abismo por el que hay que despeñar a todos los del grupo mayoritario. Y como los vacas… a por ello como sea. Una gran mentira porque con otra lectura podemos decir que a efectos prácticos Bárbara y Adara son la Y y no la X, puesto que llegados a este punto las que ostentan el poder son ellas por la información semana tras semana que les llega al saberse intocables por la audiencia. Si tenemos en cuenta que esta edición además está marcada de momento por el club y que todas las semanas el poder va rulando de un sitio a otro, poco argumento es ése que claudica que están solas en la casa o en minoría cuando el azar es un vector tan importante que las ha beneficiado como al resto. Fer está en la calle por esa sobredosis de poder que ellas mismas tuvieron, del mismo modo que ahora el abuso de poder de Clara ha hecho que Pol esté en parrilla de salida (no me sorprendería ver salir al francés, cuyo pecado viene en su negación de arquetiparse de pleno, algo que como digo es fundamental hoy día en el programa, que Pol se salve será un despropósito dejando aparte las comprensibles críticas a Alain… me temo su final visto lo visto).

Queda como ejemplo de esta asunción de que el poder en la casa es cosa del dúo Bárbara-Adara esa discusión colgada aquí hace poco a colación de la nominación directa al apéndice (véase): Bea en la comida recibiendo con languidez las acusaciones de las reinas, mirándolas a ambas con una mezcla de tedio y temor, a sabiendas de que ya todo da igual mientras no se demuestre lo contrario, su cara lo decía todo. Y todos saben esto: ahora mismo ganan ellas y punto, sólo Clara es la resistencia a esta verdad que se expresa cada día tras la sala de expulsiones y también pese a ello tiene meridiano que se irá en cuanto esté nominada (aunque al mismo tiempo piensa, como también pensamos fuera, que de irse ella ya no hay concurso y eso la incita a seguir en su lucha intensa contra la pareja hasta el final sin red). Actualmente repito Clara es la resistencia en una sala sórdida de urgencias donde todos esperan el turno al matadero que es enfrentarse con las amigas hasta el final (véase).

Trastorno adarista de la personalidad

Por otro lado, tras ese, en mi opinión, bulo del grupo grande que anula todo victimismo de saldo que no me da la gana comprar, tenemos a lo que es Adara en sí: hay infinidad de adjetivos que la definen pero he de sintetizar que su personalidad se sustenta en la pasión como decrepitud, su ‘amor’ hacia Pol desde el minuto 1 ha dejado entrever una serie de complejos que rayan en lo patológico, no es una pareja cimentada en una unión con nada, su amor es como el Mar Muerto donde las aves acaban condenadas a hundirse en la ruina tras varios aleteos encontrando su final durante la travesía. Lo fundamental no es que sea celosa sino el fundamento de dicha posesividad, que es su inmadurez mezclada con un egocentrismo desnortado. Adara representa ese concepto (por desgracia bastante extendido aún en las nuevas juventudes) de que la pasión puede inducir a la locura y la locura al daño hacia los demás, toda locura o trastorno mental suele conllevar un proceso de inmersión, de retraimiento sobre el sí mismo, esto es, para estar bien con alguien como Adara sólo puedes estar inmerso en su mundo, con ella no se puede compartir nada propio sin que ya estés en su burbuja, manías y patologías inclusive.

Para muchos esa burbuja es no sólo natural sino plausible (si los seres humanos nos dejásemos llevar por impulsos naturales nada que consideramos cívico sería un dogma social necesario, otra falacia, la que ha llevado a situar a Miguel como el culpable del etéreo trío que mantuvo con la parejita… pero me reservo desarrollar esta idea), y esto es así porque realmente para mucha gente el amor no es compartir o intercambiar interioridades sino deformar la realidad de ambos conjuntamente, si a eso le añadimos que Pol es un protozoo (de 22 cms al parecer)… la inmersión es inevitable, indefectible, indolora. Adara ya es una unidad con su unicelular dentro, y sólo es feliz con esta paralización de su amado. Lo mismo ocurre con su amistad con Bárbara, es radical, fija, porque ambas han asumido esa burbuja, ese retorcido universo, como un medio natural para defenderse dentro de la casa; pero Bárbara tiene claro que esa burbuja es eso, un medio, mientras que para su ‘amiga’ es su ecosistema natural. Con todo esto no quiero decir que tener una burbuja interior sea algo mórbido: tener intimidad y/o personalidad implica de suyo tener dicha burbuja, el problema reside en obligar a los demás a asumir esa intimidad como imperativo para relacionarse, que es lo que veo en esta chica ojerosa, pálida y neurótica.

Mil ideas extra se derivan de esto, que elevarían esto a un panfleto (más todavía de lo que ya es) sobre el amor, el feminismo y la psique; no hay espacio, lo dejo para comentarios, para chat o como soliloquio. Sólo sé que para mí esta chica representa un atraso, un morir la muerte, una concavidad donde sólo caben sentimientos nocivos, sin siquiera entrar en detalles sobre su mal carácter, su pobreza intelectual y verbal o que si ha llegado donde está es por esa perversión de la noción de pareja y por el protagonismo (merecido al fin y al cabo) de Bárbara. Adara sólo conoce lo semejante por lo semejante, sólo le mueve el vacío, sólo se alimenta de vacío; un vacío con el que rellena sus carencias afectivas, cuya solución no me interesa ni nos compete a ninguno, lo sé, porque la estoy juzgando pero no claudicando, GH es juzgar ‘lo que se ve’ y para eso cobran posando su desnudez ficticia, no hay contradicción alguna y si la hay es la misma que dije hace 1000 caracteres atrás; me hago el moño donde quiero a la hora de fluctuar entre la realidad real y la realidad fingida, como todos los espectadores. Dicho más rápido, esto es un retrato intermitente, como ese gran documental sobre mi ex-paisano Ocaña (véase), entre lo que se me da y lo que me figuro. Y una cosa es amistad y otra… pasarse, como decía Bea la Legionaria, así que aquí lo dejo. Quise esquematizar 3 ideas: desmontar que el poder está desnivelado, subrayar la contradicción de aplaudir a personajes mientras se criminaliza a personas (personajes=favoritas, personas=resto de la casa, buenos/malos, permisividad total a unos, guillotina para el resto) y mi percepción de una de las candidatas firmes al maletín. Ella y yo estamos vistos para sentencia.

Lisiada al revés
Lisiada al revés

«Desde que convivo con los hombres, lo que menos me interesa es ver que a esté le falta un ojo y a aquél, una oreja, y al de allá, una pierna, y que hay quienes han perdido la habilidad para hablar o el olfato o la cabeza. He visto y veo cosas peores que esto y tantos horrores que no quiero referirme a todos ellos ni de algunos siquiera callar; hombres que no eran más que un ojo colosal o un gran hocico o una panza u otra cosa hiperbólica. Yo les doy el nombre de lisiados al revés», Friedrich Nietzsche.

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La nada nadea

Maniquíes chinos asexuados, futuros ganadores de GH

 

Me he esforzado en escribir sin éxito recuperando ese afán destructivo, más o menos apasionado, que tuve digamos en esa primavera que cualquiera de nosotros siempre está olvidando, en esas entradas pasadas que ya no existen. Hablar sobre una edición que no te apasiona no puede dar de mi parte más que una soflama irreal y abstracta, pero heme aquí dando un relleno allí donde me lo piden o me dejan, y como dice mi diva Cristina ‘La Veneno’ (véase), al final lo que importa es que nos rellenen como a una empanadilla, es por eso que aquí seguimos, aunque el relleno (el contenido del programa) sea una cochiquera inmunda, repetitiva, caduca donde ya pocos encontramos un espejo.

Mi objetivo aquí es simple; este programa ha ido configurándose como un tablero donde con los años han ido sustituyéndose los peones por el propio tablero y el mismo tablero a su vez en una ruleta mediática que, se presupone, se acerca a una realidad que nos gustaría ver y creer sin importar que haya o no entidad en ella. Dicho de otra forma, ya no hay casa de Gran Hermano, desde las galas hasta la propia mecánica del show son un antojo del modismo de turno que sustituya esa carencia de naturalidad; es un tema que ya ha tratado mucha gente aquí y no aportaré nada nuevo: el de pensar que tomar esto como una búsqueda de autenticidad o como una experiencia donde la empatía con el programa o los concursantes sea relevante acaba siendo una pérdida de tiempo. Pocas dudas sobre este punto.

Precisamente por esta deriva se ha llegado al cénit en que los outsiders han tomado el control de esa ola que remueve el percal caótico por el que unos son ensalzados y otros defenestrados, con todo el maniqueísmo del mundo porque ahora si no eres radical no eres nadie, por cierto. Sí, gente pretérita como Aída Nízar, Inma Contreras, Dani el Sucio, Bea la Marquesa, el Yoyas e incluso Kiko Hernández hoy día podrían medrar en el concurso, llegar lejos, a la final o bien ganarlo, todos ellos caracterizados por ser polémicos, rencorosos, mezquinos etc… y esto es así por esa desaparición de esa barrera a la que me refería con una rotura de la empatía, sólo hay látex con letreros de neón, sólo queda la coletilla de ‘a ver cómo jodemos a la mugrepandi de turno, o a X’, sólo el ansia de que no haya indiferencia pase o no por la auténtica pasión que motive el posicionamiento; no con esto hago alardes de baratillo sobre que debieran exigirse valores o un criterio más ‘adulto’ a la hora de hacer ganador a alguien o posicionarse, todos convenimos en que es un programa de televisión y que el baremo lo ponemos cada uno donde nos place si nos place, a mí mismo me han gustado concursantes contradictorios entre sí, no es esa la conclusión a la que quiero llegar.

Deslizándome a lo concreto, Carlos Lozano (ya sé, era un VIP y hay diferencias de fondo y forma) asentó del todo dicho concepto de outsider como un talismán; no es que no haya sido habitual en los últimos años que la audiencia premie o se ponga del lado del que está solo, hay ejemplos desde que empezó el programa, la diferencia estriba en que ese premio al estadio de paria o al victimismo (vocablo que no me gusta usar porque es una generalización que se usa demasiado para meter en la misma saca a gente o intenciones dispares) siempre ha ido sustentándose en algo y ese algo es la empatía (me repito mucho con esto pero es la base de lo que quiero decir), siempre ha habido algo que ha conectado con los espectadores en esos pobres anacoretas que año tras año han ido desfilando por el concurso independientemente de que estuviésemos de acuerdo en el veredicto final, basta ver los concursantes que ganaron con esta premisa de estar fuera de la norma por algún motivo: Sabrina, por su bondad, Nuria ‘Fresita’ por su inocencia, Pepe Herrero por su audacia e inteligencia, Iván, por su supervivencia ante el rechazo, Laura Campos por su entrega sin reservas al sentimiento o Paula por su capacidad de transformar el despecho en dignidad y alegría. Con algunos estuve de acuerdo en esa empatía comunitaria que les llevó a ganar, con otros no, pero lo importante es que discrepando o no, en ellos había una base, un suelo, ‘algo’, una cualidad humana con la que identificarse hasta el punto de hacerlos ganadores por una mayoría suficiente.

‘El sueño imposible de ser en el abismo del parecer’, Ingmar Bergman y otros suecos del montón.

Ese suelo ya no está definitivamente, no hace falta empatizar o una excusa para apoyar a un concursante, basta que remueva las cosas y se convierta en el eje vertebrador de ese falso tablero que antes comenté, un eje que de suyo ha de ser solitario para funcionar como tal. Aquí nos topamos con la actualidad: Bárbara Nielsen (véase) es ese eje este año, ¿alguien la ha defendido o querido por alguna cualidad concreta? Y hablo de cualidades de ella en sí misma no de lo que hace a favor del concurso siendo tal eje o protagonista. No existe ese discurso pues es una persona hecha al vacío, al igual que su predecesor espiritual (salvando distancias repito) Carlos Lozano, ella considera que su estancia en la casa ha de ser un ‘visto desde la audiencia’ y su cometido es acomodarse en la contumelia como una forma de redención ante un fondo personal lleno de contradicciones, lógico como el de los demás pero aplaudido sin orden ni concierto. Lozano aparte de ser más genuino e inteligente estaba en un VIP donde los intereses están sobre la mesa desde el inicio, es por ello que entiendo mucho más que se le premiase o tuviese tanto apoyo aunque el resultado venga a ser el mismo.

Así llegamos a la Trinidad mitificatoria donde de la persona hemos pasado al estratega y del estratega hemos acabado en el personaje como único asidero. Tres escalones en espiral que se forjaron en todos estos años de programa. Viene a colación citar esa frase de Daniel Rubio, escudero de la apología de lo ‘políticamente incorrecto’ y la doble moral («España no está preparada para que gane alguien como yo») como una correcta profecía de la metamorfosis del formato. Nadie duda que Bárbara, volviendo al 2016, es con esta evolución la perfecta ganadora del concurso: controla los tiempos y planos, ha sabido rápidamente auparse en una minoría desde la cual perpetrar una imagen muy concreta de liderazgo, es un ser hecho de plexiglás y la legión de seguidores ávidos de carne y videoclips de 1 minuto tiene en ella el filón mágico por el que convertir su hastío para con el programa en un divertimento fugaz y fácil. Porque la clave está pues en la deshumanización casi absoluta del concurso, que es la que hará ganadora a Bárbara y si no a ella a aquellos que la precedan con toda probabilidad. ¿Acaso no son 9 de cada 10 cosas que leo sobre ella las que apelan a que es la mejor sin acudir en ningún caso a alguna virtud personal? Sólo a factores externos, es más, incluso los apestados de rigor como Fer o Clara tienen defensores con el mismo principio: una desconexión total con la realidad humana que pueda haber en ellos. Das vídeos y sirves para rellenar o aumentar tramas sucias= me vales una semana más. Punto.

Cuando somos el plástico que va a dar en el mar, llamado vida…

No es esta una entrada que busque polémica, de ser así me habría dedicado a despotricar algunos tópicos más o menos acertados sobre Bárbara y Adara, o bien hacer una defensa de Clara, hasta el momento la persona que más cercanía me transmite en la casa, con su mal carácter y sus contradicciones ella no actúa con tres espejos a cada flanco a la hora de hacer o deshacer, su antiestética presencia para mí es la rara avis de la edición y aun asumiendo esta imagen agria que transmite me quedo con las malas de cajón y no con las de moda y tocador. Adara sería también punto y aparte, si escribo otro día será sobre ella, todo malo adelanto: porque ella no sólo representa la deshumanización del programa sino también la deshumanización de los valores mínimos que adornan la realidad que considero digna. Pero esto es ‘para museo’, como dicen algunas sabias mujeres mayores en mi pueblo sobre esos vestidos bonitos que deben meterse en el armario de por vida porque nunca es el momento de lucirlos.

Y aquí me quedo, dedico esta sobredosis de verborrea a los que me animaron a volver a escribir algo aquí arriba pese a estar poco motivado (especialmente a mi querida NN), y lamento ser un bluff en el sentido de ser incapaz de desgranar a los concursantes y/o situaciones concretas de la casa que den lugar a la discusión, que ya de suyo anda algo agotada por desgracia… aunque sí, lo admito, aun escribiendo aquí arriba no soy el más indicado ni el más experto en la edición. Sin más… tequila para todos (aquí).

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