Decisión MÁXIMA

ladrillo obsy Antes que de Ylenia, había oído hablar de Snooky y de los realitys que ambas abanderaban. Sigo teniendo mal concepto de la segunda, supongo que por las referencias de otros. Sólo sabía de ellas que la liaban parda en un programa escandaloso cuyo nombre terminaba en Shore.  No podía entender que personajes como ellas fueran auténticos ídolos de masas. Como a muchos otros, me preocupaba que perfiles como los que ambas proyectaban fueran ejemplos de algo, si bien la realidad es que los ‘ejemplares’ me sacan de quicio, me saturan, me enervan, me aburren y me cansan. Deberíamos aprender de una puñetera vez a convivir con la ‘imperfección’, tolerarla y respetarla. El caso es que mientras yo me entregaba a la ilustración de pacotilla, podía escuchar un constante eco de risotadas que impedía que me concentrara en cultivar la mente y el alma cada vez que el abyecto, infame y ridículo programa estaba en antena. 

Como es lógico, albergaba una batería de prejuicios sobre la pantera de Benidorm. Ni siquiera sabía que era oriunda del paraíso de Manolo Escobar (¡grande!). No me interesaban ni su estampa ni sus gritos de guerra. Otra loca del coño dispuesta a todo.

Hasta que la vi (…)

Con frecuencia me preguntan cómo es posible que una (ultra) detractora de Paula, la ganadora de GH15, pueda escorarse hacia la defensa de la (MÁXIMA) estampa de la Ylenia. Quienes quieren satisfacer este ‘misterio indescifrable’ sobre mis preferencias en este contexto tan especial, suelen compararlas a las dos e incluso las equiparan. Independientemente de que la enladrilladora mida el formato VIP con otro rasero, ya que estos son profesionales del cuento mientras que los «anónimos» es precisamente lo que buscan: ser famosos, hacer bolos, platós y vivir del cuento…, decía que la respuesta a este supuesto misterio es simple: Ylenia es justo lo que a Paula le hubiera gustado ser, o más bien, lo que ha intentado representar. Sin embargo, a la de las extensiones la han parido así. No es un personaje creado expresamente para este despropósito a golpe de visionado de basura televisiva. Ylenia ya ha protagonizado un reality. Y de los más polémicos. Es muy conocida y ha padecido en sus carnes las secuelas devastadoras que suponen lanzarse a este lodazal sin protección. Paula, a mi juicio, tenía medida, estudiada y aprendida cada una de sus actuaciones. Es ambiciosa, muy inteligente y le irá bien si no se deja llevar por el ambiente peligroso que rodea a la farándula. Ylenia es otra cosa, otro tipo de mujer, espontánea, alocada, con bastante mal genio, caprichosa y bastante grosera cuando le tocan las narices. O el coño, y he de hacer un inciso ya que había hecho propósito de enmienda porque no quería usar términos malsonantes para no lesionar la imagen de mi adorada rubia, que de eso ya se encarga ella solita cuando se le cruzan los cables, pero aquí está ya el primer coño. Pues cuando le sale del coño a ella y punto.

Más arriba he dejado un «hasta que la vi» en negrita, porque fue verla, escucharla pero sobre todo leerla y cambiar mi opinión sobre ella. Y es que no es lo mismo ver al personaje editado en función de los intereses de las productoras que apreciar sus luces y sus sombras a lo largo de varias semanas.

El gran problema de Ylenia, lo que la perjudica ante los ojos de los (hipócritas máximos) guardianes de la moral, además de cierta inseguridad de la que por cierto adolece cualquier ser humano, es la incontinencia verbal. Dispara sin apuntar aunque sea consciente de su mala puntería. Pide disculpas, o no las pide y se traga las lágrimas porque también es soberbia, que es algo así como la dignidad mal entendida. Y entonces se le cambia el gesto hasta que el tiempo, ese gran aliado de los que no somos rencorosos, ayuda a olvidar.

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Morena estoy todavía más buena

Avergonzada tras su paso por Gandía Shore, la de Benidorm entró en GHVIP con el firme propósito de restaurar su imagen. No quería volver a avergonzar a su familia. Los que ya la conocían, siguen adorándola porque es inevitable. Los que no, dependerán de las filias y fobias particulares que hayan desarrollado en sus ecosistemas. El caso es que cuando no está ella en la pantalla, Guadalix se tiñe de gris (¡y de negro!) porque Ylenia, además de toda esa batería de defectos que ella no se molesta en disimular —aunque tampoco se siente orgullosa de ellos— es ocurrente, divertida y tremendamente atractiva para los objetivos de las cámaras y para el prójimo que la sepa saborear. Y es que el reparto del carisma sí que es un misterio indescifrable. Glamour en estado bruto es lo que desprende Ylenia hasta el punto de que ha convertido el chonismo en una suerte de pedigrí MÁXIMO.

Intuitiva y desconfiada por la experiencia acumulada tras su anterior aventura televisiva, la rubia no acaba de fiarse del cariño —o calentón o amor o lo que sea— que le profesa el italiano. Su relación está llena de altibajos debido a su fuerte carácter. En principio, se diría que no están hechos el uno para el otro: él, calmado, reflexivo e ilustrado; ella impulsiva, explosiva y apasionada. Sin embargo, la enladrilladora presenció una charla que acabó bañando en lágrimas negras el cautivador rostro de Ylenia, en la que ambos disertaban sobre la escasas posibilidades que tenían de compartir un trozo de futuro próximo en común. Y lo que desprendieron ambos fue cariño del que no se finge, de ése que si progresa adecuadamente puede fraguar y dar paso al amor. También  destilaron aquella noche madurez y profundidad, eso que se echa tanto de menos en Guadalix a la hora de encarpetarse enamorarse. Y sinceridad cargada tristeza, porque ella conoce sus defectos y él es consciente de dónde están sus límites. El caso es que aquella noche estos dos petardos me hicieron cosquillas en el estómago y yo empecé a mirarlos con ojos de ardilla, porque además, de todas las carpetas creadas a lo largo de la historia de Gran Hermano, sólo me da vergüenza mirarlos a ellos cuando se acarician o se besan, pero que no se equivoque el maravilloso, divino y excelso lector, que yo no me refiero a esa vergüenza bochornosa que destilan los oportunistas, no: yo me refiero a la vergüenza del mirón que invade la intimidad ajena; es decir, me los creo. Más de lo que creen en ellos y de lo que se atreven a pronosticar muchos otros, que por cierto han sentenciado que la decorosa ‘prudencia’ de la pareja obedece a algún problema fisiológico localizado en la entrepierna del italiano.

Pero donde verdaderamente se aprecia el mundo interior y la profundidad de la que la rubia es capaz de hacer gala de manera sorprendente es en sus escritos, porque la muy perra del infierno se ha revelado como la mejor enladrilladora de todas las ediciones habidas y por haber de Gran Hermano. Lo que no es capaz de articular con sus palabras porque la soberbia cumple la función de blindar sus inseguridades frente a los depredadores, la rubia lo expresa con una sensibilidad exquisita cada vez que desenfunda la tecla. Y de enladrilladora a enladrilladora, esa cualidad de juntar letras con las tripas, de fluir como un chorro de agua cristalina, es bastante inusual en alguien (presuntamente) superficial. Sus letras arrojan un concepto muy alejado del personaje grotesco que este medio tan cruel había dibujado. Leerla es una auténtica delicia, me atrevo a a sentenciar. Sólo hay que pulir un poco esa ortografía y dejarse llevar por las sensaciones que es capaz de reflejar en sus letras.

Ylenia es, además, por su carácter espontáneo, por su borriquería y por su carisma, uno de los dos pilares de esta edición. El otro es Belén Esteban. Sin ella, los adictos a este maravilloso despropósito seríamos condenados a tragarnos una recta final soporífera con una dinámica que ya conocemos de memoria gracias al insufrible cuarteto liderado por el reventadísimo Coman, aunque el verdadero cerebro sea Ángela. La Portera, y no es una errata acabar su apellido con una «a», ha llegado cargada de información junto a Lachari. Ambas han sabido manejar los hilos para convertirse en mayoría, si bien la pasada semana sufrieron el varapalo del saboteo de sus pronósticos. Esta humilde y pesada rebuznadora no comparte que la salvación de Belén fuera un castigo, sino todo lo contrario. Fue una reacción proporcional al carisma de la de Paracuellos, que por cierto cada día me cae mejor. Ella y Paolo, al que en adelante y hasta que termine esta edición llamaré tito Paolo, porque otro rasgo de la grandeza de Belén es que consigue que todo lo que cuenta se perciba como algo cotidiano y cercano, sin más florituras. Como si te lo estuviera contando la tía Juanita en la mesa camilla de su casa mientras se merienda el café y devora las pastas esas que tanto le gustan, las que hay que llevar como presente o la próxima se cierra en banda, finge un resfriado y no abre ni la puerta.

Nunca se vio semejante combate entre los sufridos contribuyentes espectadores de GH, aunque la lectura sea bastante sencilla. Vencieron los teléfonos fijos, las abuelas y la España ‘de la pandereta’ que tanto avergüenza a tantos, que por cierto es la que ha criado a esta nueva hornada de (presuntos) exquisitos defensores de la ilustración y de la solidaridad de pacotilla, esa España que tanta vergüenza da y en la que me incluyo por haberme posicionado junto a quien me ha convencido, porque esa es la razón de mi elección y no otra, esa España ¡¡esa!! dio un puñetazo en la mesa porque todavía tiene presencia.

Había que castigar a la Esteban porque representa el triunfo de la vulgaridad. Y a los de las redes, a los de los móviles y a los abanderados de la ilustración les entra un canguele tremendo. Quizás ya han olvidado que sus mayores alguna vez se partieron el lomo a golpe de cubo y mocho, que en estos tiempos lo correcto, lo ilustrado y lo que no da vergüenza porque no trae malos recuerdos, es triunfar opositando a la Administración de toda la vida de GER. Y sentarse a ver, oír, callar y salir pitando a las tres. Por poner un ejemplo sencillo.

Por lo tanto, toca castigar a la de Benidorm, otra que tal baila ya que forma un tándem mediático y exquisito con la de San Blas. Para colmo no está adornada con la falsa cualidad -en este contexto- de la humildad.

Sin embargo, esta noche no se repetirá la votación histórica de la semana pasada. La parte contratante se ha apresurado a ofrecernos los datos precisos para que no bajemos la guardia y sigamos contribuyendo alegremente con la causa. La votación está muy igualada y este coñazo de emparrafadora teme que la edición de vídeo pase factura a la de las extensiones máximas y los rabillos eternos, tanto por las facilidades que ofrece la rubia para ser mal editada como por los intereses de la propia cadena, ya que la salida de Angela convertiría la gala en un especial de «Con las manos en la masa» y los anunciantes podrían exigir su correspondiente rebaja.

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¡¡Votad malditos!! (porcentajes actualizados el miércoles por la noche)

Sin Ylenia, Guadalix se teñiría de gris (¡y de negro!) pero —aviso al tito Paolo— no habría manera de sacar beneficio de la rubia fuera de su encierro porque casi con toda probabilidad pasaría la noche y el día enganchada a Mitele para vigilar a su principeso. Como debe ser, que mí no me tiembla el pulso al reconocer mi (presunta) inseguridad y reconozco que no podría vivir ni dormir tranquila si un miembro destacado de mi legión de fornidos efebos compartiera dormitorio con Lachari. A GER pongo por testigo que lamento ofender a mi propio género con este juicio que a lo mejor deriva de muchos prejucios, pero la gaditana es una calientapollas de manual. Y no me enorgullezco en absoluto al calificar de esta manera a una semejante, pero existe un atenuante: a pesar de todo la insoportable y celosa enladrilladora reconoce que usar el cuerpo de una para conseguir lo que a una le salga del coño es legítimo, claro que por la misma razón a mí me puede salir del mío arrancar a mordiscos las extensiones y las uñas de gel de la espabilada que pretenda alcanzar sus objetivos, armas de seducción mediante, si yerra al elegir receptor de sus atenciones… Y esto último es una hipérbole, naturalmente, que yo no soy nada violenta, sólo apasionada como Ylenia, que al fin y al cabo y como decía la copla es una tía estupenda con la lengua muy larga y la falda muy corta.

Son más las cuatro de la mañana y no me queda más remedio que empezar a terminar. Pero no lo haré sin disertar sobre el episodio del «ataque» de Coman a Chari, que además queda genial justo a continuación por razones obvias. Pero me refiero al inmediatamente anterior al que ella está utilizando como futura arma arrojadiza contra el guineano vasco cuando llegue el momento y haya que declararle la guerra. Chari no durmió porque Coman le quiso meter mano. Obviamente, que diría el baboso, las circunstancias impiden que ella se manifieste como el sujeto merecería. Toca apretar el culo y aguantar el tirón, incluso se ha culpado a sí misma en previsión de que algunos comentarios “tendenciosos” descalifiquen su comportamiento (presuntamente) asertivo. Ésta (cree que) hila muy fino. 

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La mano negra hurgando en la boca de Lachari durmiente

Pero eso no fue lo que sucedió en el instante que capta esta imagen. Chari dormía y el sátiro optó por esa caricia obscena. Ella no consintió, porque no era consciente al estar dormida. Retiró la mano de su boca y finalmente, las entrelazaron. Esa forma de atacar, tan obscena, con nocturnidad y alevosía es crucial.

Coman, por otra parte, se ha decantado finalmente por el grupo mayoritario, aunque ellos, hienas cobardes entregadas a la intriga de patio de colegio, se venden de manera incansable, noche tras noche como una minoría oprimida mientas hacen turnos para entrar, e incluso cronometran los tiempos de cada uno en el confesionario, lugar al que se dirigen a acusar a Belén, Fede e Ylenia justo de lo que ellos hacen constantemente. Desde el punto de vista de esta agotada enladrilladora, la turbadora presencia de Lachari ha sido determinante para que el negro del VIP tomara la decisión de unirse a ellas. Eso y las constantes batidas de culo de la gaditana vigoréxica, naturalmente, pero ya habíamos quedado en que usar el cuerpo de una para obtener beneficios es legítimo.

Y ahora sí, querido lector, he de retirarme. Por el bien de mi salud y la del valiente que haya llegado hasta aquí, he de estirar mi cuerpo sobre el tálamo dorado que acoge mis (escasas) horas de sueño. Pero no lo haré sin avisar de que el siguiente duelo, que podría ser el final si no lo remediamos mañana con la posibilidad que, al parecer, vamos a tener de nominar a través de la app de GH, será el duelo MÁXIMO: los payos contra 5.000.000 de gitanos. Ahí es ná. Que GER nos coja confesaos. 

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Santy buscando petróleo

 

No digáis que no os avisé.

 

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Acerca de Obsy

Enladrilladora oficial de la Calcetinería. Un coñazo, pero en tuiter no me dejan pasar de 280 caracteres y aquí sí.

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