Guarra

ladrillo-obsySi tecleamos «guarra» en gúguel, el buscador nos arrojará todos los significados que se pueden atribuir al calificativo. No obstante, y para ponerme a salvo de los juicios de algún purista enteradillo que tuviera la osadía de leer este futuro panfleto, he recurrido también a la RAE. Yo me quedo con lo que me interesa: «mujer ruin y despreciable» y «persona que actúa con malicia y desconsideración sin importarle el daño que pueda causar«. Ambas definiciones describen con justicia alguna de las facetas del papel que Raquel ha decidido representar -por voluntad propia- frente a Sofía en nuestro lupanar favorito, sin acritud ni florituras. Por lo tanto, sirva esta contundente y breve introducción para dejar constancia de que la pamplonica estaba en todo su derecho de expresar la percepción que tiene sobre su rival con autoridad en virtud del comportamiento que ha observado en la extremeña.

Todavía no he saludado. Procedo:

Buenos días, queridos, guapérrimos y excelentísimos calcetineros!!

La enladrilladora se quedó cuajada hace dos noches en un sofá tras la ingesta de una bolsa de magdalenas rebozadas en pepitas de chocolate y media caja de galletas de mantequilla de las chiquititas, las de bocadito, de ésas que uno empieza y no puede parar… Me quedé dormida, muy a mi pesar, en el momento cumbre de la noche, justo cuando Jesuso estalló ‘contra la casa’ (sic) y Aritz perdió, aparentemente, los papeles. Digo aparentemente porque más tarde, cuando rebobiné lo vi dar abrazos y besos de consolación a las remorenas macizas de la casa. A las dos, por supuesto. El acusado sentido del orden y la justicia del vasco es así: él tiene para todos, especialmente para su chino, al que tortura con cal y arena sin descanso porque sabe que es su principal baza en Guadalix. Queremos al chino porque es joven, divertido, cotorra, escandaloso y maricón; un maricón divino. Y él lo tiene a su disposición. Pero no estoy empuñando la tecla para redundar sobre el cansino vasco que por cierto antes de ayer se permitió el lujo de asomar la coronilla porque sabe que Jesuso cuenta con el odio de la representación del borreguerío patrio que acude al plató. De él ya se ha ocupado de manera magistral mi amado (u odiado) Hiperión.

Tampoco le daré cera a Jesuso, ese kamikaze inconsciente, narciso, vanidoso, descarado y follonero, pero sobre todo rematadamente tonto al que Merceditas probablemente le meterá la lengua hasta la campanilla -o algo peor- la próxima semana si un golpe de suerte no lo remedia. El futuro tronista es un indeseable, de acuerdo, pero un indeseable que nos puede dar la vida durante un par de meses mientras esperamos a que Marina o Carlos entren en ebullición porque las esperanzas que esta retorcida empafletadora tenía depositadas en Mandy se han reducido a un ejercicio de urgente mamporrerío de supervivencia. Con lo que prometía la malagueña. Qué dolor.

Yo estoy aquí por otra razón más poderosa, aunque no puedo ni debo excluir otras valoraciones, nobleza obliga, y esto debe ser un ladrillo comme il faut, es decir, barroco, cansino y deslavazado. La más importante, que es también la más preocupante, es que se ha activado prematuramente el protocolo de encumbramiento del gurú vasco, al que por cierto le han birlado al champú antiseborreico y aquí he de hacer un inciso y recomendarle encarecidamente que ventile su coronilla con urgencia porque llevar sombrero está contraindicadísimo con esta patología. Decía que en los oráculos oficiosos (y en los oficiales) el vasco y el chino han sido encumbrados a los altares por una legión de adoradores (de pacotilla) de los incuestionables postulados de la moral judeocristiana, los mismos que se matan sobrecargando sus redes de tuits solidarios, véase perritos abandonados, refugiados, abuelitas desahuciadas y toda la batería de desgracias que asolan a la Humanidad, que podrían ser los mismos, por cierto, que no ayudan a subir la escalera al anciano vecino del quinto porque huele a meados… Decía, y ya van dos decías y los que me quedan, que se me va el vasco al cielo y me pongo espesa, que el encumbramiento del chino y del vasco  probablemente se prolongue hasta las postrimerías de este despropósito a pesar de que apenas hemos salido de los prolegómenos… si la parte contratante no lo remedia, que debería tomar medidas y frenar la campaña de exaltación del tío del sombrero y hacer hincapié en la mala baba que derrocha con su chino cuando se le cruzan los cables despellejados que oculta bajo el sombrero, claro que después le hace un par de cucamonas y el chino tan contento. Y es que sin emoción, no hay pasión y no me refiero a este par, sino a las pocas ganas que tiene una de debatir desde las tripas cuando el final es tan previsible.

El caso es que yo estoy aquí para crucificar -metafórica y literariamente- a la ‘guarra’ de Raquel, y aprovecho para pedir disculpas, paciencia y comprensión al entregado defensor de la extremeña y ojo con la tozudez de los extremeños, esos grandes olvidados que cualquier día reclaman la independencia con más razón que un millón de santos, a ver si así sacan lo que históricamente andan sacando otros…, decía que la de Cáceres por lo visto tuvo el dudoso honor de conquistar a un Montoya (pelirrojo, pelirrojo y pelirrojo). Y no tengo nada contra el arte de la conquista más allá de confrontar lo del Montoya con quienes acusan a la hija de Maite de ser adoratriz de los especímenes que exporta la factoría de Mediaset, algo que por otra parte es endémico (y preocupante) entre las jovenzuelas patrias.

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Diecinueve primaveras contra treinta castañas

Lo que esta enladrilladora no acaba de comprender es qué coño hace una tía de treinta enfrentándose a una de diecinueve por un maromo de veintidós. Y de qué manera, porque el supuesto enamoramiento, que viene en paquete de tres porque incluye a una presunta, omnipresente y hortera diva como mamporrera, se fraguó sobre la marcha en tiempo récord. Lo más inquietante de esta situación no es la urgencia de la puesta en escena de la opereta -que también- sino la elección de Raquel, ya que el aspirante a hacer bolos por las discotecas patrias fue abucheado por las formas de vida que habitan los jueves en el plató, algo que en principio podría perjudicarla. Lo perturbador es la retorcida y arriesgada estrategia que ha decidido poner en marcha la extremeña, dedicada en cuerpo y alma a eliminar a Sofía del mapa de Guadalix basándose en las críticas vertidas sobre las protagonistas de situaciones similares en anteriores ediciones de GH. Y es que Raquel y el crápula de Jesuso, junto a su inseparable mamporrera, envueltos en sus respectivas mantas y desde el sofá del jardín, aislados del resto del rebaño, andan enfrascados en una campaña de agitprop que consiste en acusar mañana, tarde y noche a la pamplonica de «hacerse la víctima» de esta situación prefabricada por ellos, sin renunciar a la incoherencia de afirmar que si alguien ha sufrido en este ririfrrafe interesado es la cacereña, que se ha tragado las lágrimas en silencio y «seguro que está grabado que esto está lleno de cámaras» y ella estaba allí con ella en el dormitorio, tirada en la cama sin poder levantarse en lugar de estar riéndose con los demás que para eso es su amiga (la mamporrera dixit). Y esto sin entrar en otras consideraciones, que por falta de tiempo y sueño reduciré a la envidia, el odio y la inquina que la fisioterapeuta, así por las buenas, parece tenerle a la hija de Maite desde el minuto cero, es decir, porque hay otra que amenaza su papel de reina de la fiesta. Sofía, sin embargo, no se siente víctima de nada, si acaso de su torpeza por un revolcón apresurado con uno de esos futuros ídolos de barro que exporta Mediaset. La pamplonica, a pesar de su edad, en un excelente ejercicio de autocrítica y madurez, ha sabido contenerse a trancas y barrancas dejándose arropar por el resto de los aspirantes, que de momento alimentan el conflicto que garantiza que sus culos estén a salvo porque están fuera de plano, pero no ha podido disimular su decepción ni su tristeza por haberla cagado como tampoco disimula, porque no es necesario y porque eso no se puede controlar, que el maromo todavía le hace tilín. Tampoco se amilana nuestra chica a la hora de poner a parir a su enemiga prefabricada, acusándola de guarra con más profundidad y acierto de lo que se podría interpretar a priori. Pero es que además, la propia ‘guarra’, que por cierto asumió el insulto con calculada deportividad para ensalzar su (fingida) bondad, ha utilizado términos similares para calificar a su odiada compañera de fatigas, además de aguantar a Jesuso metiéndole la mano entre las piernas bajo un edredón, que tiene que ser un suplicio, especialmente cuando se hace con premeditación y alevosía aunque la extremeña de momento le vaya dando capotazos mentando (de mentar) a su padre cuando la mano del catalán intenta horadar más allá de lo que está dispuesta a consentir sin tener claro todavía cuál va ser la decisión del sufrido telespectador. Y es que a este coñazo de rebuznadora le llama poderosamente la atención la capacidad que tiene Raquel de intrigar y/o apelar a los valores tradicionales que debe exhibir una recatada dama cacereña mientras Jesuso le toca el chocho bajo la manta, con perdón. Ni se inmuta la tía.

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¿Me se ve bien?

Además de todo lo expuesto, queridos e hipotéticos lectores, que ignoro si ha quedado claro porque voy a pelo y sin guión, debo añadir antes de retirarme otros juicios -o prejuicios- sobre Raquel, que al final ha resultado ser una villana sinsustancia que nos ha defraudado con una estrategia demasiado evidente. Y eso sí que no, que la magia estaba en dejarse sorprender, como bien apuntaba con cursilería dramática Luis de Ramírez en la anterior edición. Y es que su naturaleza antipática y su carácter arrogante no la ayudan a ser encumbrada al olimpo de las canallas inolvidables, ya que estamos ante una trepa calculadora que se ha precipitado para posicionarse, aunque haya que reconocer que Martita, otra kamikaze indispensable, se ha empleado a fondo para desmontarla. Inolvidable fue la noche en que la fisioterapeuta trató de llevarla a su terreno y la canaria la mandó a pastar con sentencias de las que no se deben esgrimir en voz alta en este despropósito que nos tiene especialmente atentos durante esta edición y aprovecho para felicitar a la parte contratante a pesar de que deseo que acaben de una puñetera vez con el soporífero cachondeo de los secretos que ya va siendo hora de recurrir a novios, exnovios, repescas y otros clásicos que nunca fallaron. Memorables también son algunos juicios maliciosa y deliciosamente femeninos de Marta y Sofía disertando sobre Raquel. Mi favorito es ésta tiene que dejar de comer una semana para ponerse el top. Y es que la extremeña es de hueso ancho. Alta, vistosa y llamativa, pero de hueso ancho y retaguardia algo triste, aunque haya tenido la osadía de comparar su físico y su posición social con la de su enemiga prefabricada llegando a afirmar que más quisiera ella estar como yo a los treinta (y esto es casi literal) porque éste y no otro es el trasfondo de esta opereta, que Sofía le da mil vueltas a Raquel, como mujer y como concursante. Y eso ella lo sabe muy bien.

Hale, sayonara

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Acerca de Obsy

Enladrilladora oficial de la Calcetinería. Un coñazo, pero en tuiter no me dejan pasar de 280 caracteres y aquí sí.

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